Julio Victor Sánchez (1906-1995) A continuación transcribimos una nota publicada en la revista "Aquí Montserrat" el mes de abril de 1993 que refleja la vida del fundador de Casa Sanchez. Con ángel propio Todos nacemos y vivimos, aunque unos más y otros menos. Dialoguemos con ese ángel interior que siempre va con nosotros. JULIO VÍCTOR SÁNCHEZ lo plasmó en una imagen que identifica su trabajo. Aluden a su ángel los sellos que fabrica, el frente de su negocio, la folletería, la publicidad wpe18D.jpg (10510 bytes) El año 1906 lo vio nacer en el seno de una familia española, ocupando, hasta la edad de nueve años, una vivienda situada en la esquina de las calles Lima y Venezuela, muy cerca de su actual domicilio. El matrimonio de sus padres se consagró en la iglesia de Montserrat para arraigarse en la zona con sus sentimientos de amor, frustración, desolación y esperanza. Su padre era oriundo de Barcelona y su madre, de Madrid. Ambos eran personas de trabajo que criaron cuatro hijos. La humildad de sus quehaceres no impidió que su padre frecuentara el llamado BAR DE LOS CATALANES, que estaba en Bernardo de Irigoyen, entre las calles Moreno y Belgrano angosta. En el lugar se reunían los vecinos. El bullicio y el humo de los cigarrillos encendían las charlas en las que se demoraba su padre. Fueron muchas las veces que de niño, y a pedido de su madre, fue a buscarlo allí.




Abandonó la escuela luego de cursar el cuarto grado. Tenía que trabajar. Durante diez años habitó en San Telmo. Después, volvió al barrio del cual ya no se iría. Este joven de ochenta y siete años, todavía hoy, lee sin anteojos y sólo los necesita cuando conduce su automóvil. Disfruta de una muy buena salud, de una familia unida y de una estabilidad económica que supo ganar. De su padre, tenor del Teatro Avenida, heredó la inclinación musical. Nunca estudio música, pero ha sido un incansable bailarín y cantante de tango aficionado. Cuando entramos a su negocio, en la actualidad, podemos llegar a oírlo silbar, impecablemente, el ritmo del dos por cuatro. Ilustradísimo en poesía porteña, cuenta que no se hizo payador porque era necesario ensayar mucho y prefiere la improvisación espontánea. Para las fiestas, como costumbre de larga data, sus clientes, vecinos, familiares y amigos se convocan para cantar, tocar la guitarra y celebrar el año nuevo. Desde su adolescencia, hasta que se casó a los veintiún años, su atención estuvo centrada en el baile. En aquel tiempo, le gustaba ir a las reuniones del Centro de Almaceneros de la calle Sáenz Peña. LA ÉPOCA DE LAS MILONGAS se fue diluyendo cuando nacieron sus dos hijos. El dinero no alcanzaba ni para pagar el alquiler. Comenzó su oficio a la edad de doce años. El trabajo de tipógrafo le gustó porque conocía letras, palabras y signos. Aunque se acercó a los talleres de imprenta de los diarios Crítica, La Razón y El Sol, comprendió que debía orientar su tarea hacia una especialidad distinta. Después de llegar a ser un excelente tipógrafo, que se fue perfeccionando en los empleos, instaló su primer boliche, en la esquina de Alsina y Rincón. Luego, con un amigo, abrió una imprenta en un local de la calle Belgrano. Finalmente, se asoció con un fabricante de sellos de goma en el mismo local de la calle Lima en el que aún está. Las condiciones del edificio dejaban mucho que desear y las del trabajo mucho más. Las relaciones con su socio terminaron en una ruptura. Quedó solo al frente del negocio, con las responsabilidades y las deudas. A pesar de trabajar con ahínco, el malestar económico subsistía. Hacia el año 1940, como consecuencia de la guerra europea, cesó la importación de materias primas provenientes de Alemania. Sucedía lo peor. Tenía clientes, disponía de un local y de una gran capacidad laboral, pero carecía de lo básico. Sin materia prima no podía hacer nada. La necesidad apremiaba. Su experiencia en el oficio lo mueve a producir lo que durante tanto tiempo había recibido hecho. Días y noches sin descanso dan su resultado. Julio Víctor Sánchez obtiene la materia prima para la fabricación de sellos de goma mediante una producción casera que, en principio, abastece a su comercio, pero que después permite comenzar a surtir a otros fabricantes. Es el inicio de una prosperidad económica indeclinable. Asociación con firmas prestigiosas, independencia productiva y ampliación de mercados. Finalmente, sus penurias se trocaron en saludables alegrías Borró de sus cuentas el pago del alquiler. Se hizo dueño de su casa, de su comercio, de sí mismo. Sus hijos crecieron y colaboraron. En este momento, son tres las generaciones que atienden el negocio: él, su hijo y su nieto. De la originaria familia Sánchez es el único sobreviviente. Sus padres fallecieron relativamente jóvenes y sus hermanos también Separado de la madre de sus hijos, supo formar un nuevo hogar con la mujer que lo acompañó durante cuarenta y cinco años. Siente que su primer matrimonio fue prematuro, no persistió como tal, pero pudo afianzarse en una amistad imperecedera Extensos e innumerables son los comentarios con que relata la evolución del barrio. Recuerda el tranvía 84 pasando por esas calles, el Banco Español en la esquina del hoy Banco Francés, la construcción del edificio de Obras Públicas, la remodelación de las avenidas, el reciclado de su propiedad. El ánimo y la memoria de la que hace gala, lo presentan como un lucidísimo vecino que no se vivencia como un anciano en el final de su vida. El calendario vital difiere en cada uno, el suyo continúa otorgándole una lozanía que se traduce en el brillo de sus ojos, en su porte y... en su figura con ángel..


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